Pienso que nos importa a todos, tanto a los que alcanzamos los niveles educativos superiores como a los que no pudieron (sin distinción de causal). Se trata de la educación y para toda la población es una variable indiscutible de movilidad y progreso. Actualmente me desempeño como docente de una universidad privada, donde yo misma estudié. Hace unos años me convocaron a trabajar en la universidad estatal de mi provincia en un cargo técnico. Lo hice hasta el año 2017. La experiencia me permitió acercarme al conocimiento de la problemática universitaria desde lo que se denomina aprendizaje universitario.
Si asumimos que la educación es la herramienta de transformación y progreso para el pueblo, muchas personas deberían poder acceder a ella en todos los niveles que un Estado haya organizado para su gente. De hecho, en Argentina, cada nivel educativo tiene unos mecanismos que determinan la continuidad hacia el siguiente, garantizando la continuidad de las personas por el mismo.
En mi paso por la universidad estatal, como técnica en un cargo de seguimiento de los aprendizajes de los estudiantes, pude constatar cómo influye la docencia, el contexto del estudiante y la vida universitaria en el aprendizaje universitario.
El aprendizaje dentro del ámbito universitario está vinculado a ciertas condiciones que los estudiantes debieran tener, por ejemplo mayor autonomía. La pregunta que me surge es ¿autonomía de qué o en qué? Podría decirse que la salida de la escuela secundaria pone al sujeto estudiante en un situación de despojo de dependencias, dependencia de horarios rigurosos, de relaciones forzadas de muchos años, de normas infranqueables, de rutinas aburridas. Ninguno de estos aspectos, de la vida del estudiante del nivel anterior al superior universitario, tiene que ver con lo que se escucha de los docentes universitarios. Estos últimos se refieren a otros aspectos, aquellos vinculados con las herramientas necesarias para acceder al estudio dentro de la universidad: un método de estudio, competencias básicas, etc.
Pasa entonces que, cuando el sujeto estudiante ingresa a la universidad, arranca con el pie izquierdo y enfrenta un primer desentendimiento con el docente universitario que, entiende que dicha situación no es su problema ni tampoco de la universidad, sino del nivel educativo anterior.
La vida universitaria está llena de desafíos y oportunidades, pero también de derechos y obligaciones como estudiar, cursar y acreditar para avanzar, y en el medio, numerosas experiencias que explicaran el progreso y movilidad en cada estudiante.
Hace poco leí un paper (2017) que analiza el sistema universitario argentino con datos hasta el 2014. De ese trabajo quiero rescatar la región donde está inserta, mi provincia Santiago del Estero. Me llamaron la atención algunos datos que quiero compartir aquí sin abundar en explicaciones sobre ellos, ya que no es el fin de este artículo. La Región noroeste está en el quinto lugar por la cantidad nominal de alumnos, representando el 9% de los estudiantes nacionales de carreras de grado. En términos relativos, la región posee un total de 36 estudiantes cada 1000 habitantes (cuarta a nivel nacional).
Se encuentra en el quinto lugar en cuanto a la cantidad de egresados acaparando el 7% de los graduados nacionales. En términos relativos posee 1,6 egresados cada 1000 habitantes, valor que se encuentra por debajo de la media nacional. Tomando en cuenta el indicador proxi de la tasa de graduación (egresados por cada 1000 estudiantes) la región se encuentra sexta a nivel nacional con un total de 44 egresados por cada 1000 estudiantes. Y de yapa, se agrega el tema del tipo de gestión de la educación universitaria. La diferencia entre las tasas según el nivel de gestión tienen muy poca variabilidad, registrándose un total de 40 egresados a nivel estatal y 61 a nivel privado.
Otro dato que llamó mi atención de la lectura de este paper es cómo se distribuyen las universidades en todo el territorio argentino. La mayor parte de las instituciones se encuentran en la región metropolitana, la cual concentra el 40% de las instituciones. Por su parte las regiones de centro del país, centro-este, centro-oeste y bonaerense, aglomeran otro 40% de las instituciones con unas distribución bastante equitativa entre cada uno de ellas (aproximadamente 13% en cada una de las regiones). Por último las regiones del norte (noreste y noroeste) y la sur solo poseen el 20% de las instituciones restantes. A su vez, la mayor oferta académica permite una diversificación del tipo de instituciones imperantes. Es decir, en aquellas regiones donde se observa una mayor población estudiantil y mayor número de universidades, la importancia de instituciones de gestión estatal supera el 50% de los establecimientos de estudios. Las regiones metropolitana, centro-este, centro-oeste y bonaerense posen una mayor penetración de instituciones privadas, en detrimento de las regiones noroeste, noreste y sur, donde la mayor parte de la oferta proviene desde la gestión estatal.
Volviendo a la pregunta que originó este artículo, ¿a quién le importa la universidad pública? Y luego de conocer algunos datos, pienso que la segmentación que vive la educación en pleno, sin importar cuál sea su nivel, lleva a que cada quien haga flamear su banderita: docentes, no docentes, estudiantes, graduados; postergando, indefinidamente, el fin de la educación: movilidad y progreso. Consciente o inconscientemente seguimos contribuyendo a la pauperización del pueblo, que en algunos lugares como por ejemplo en mi provincia, solo existe una sola universidad estatal y tres universidades privadas, con una oferta cerrada que no da lugar a la elección.
Si de verdad nos interesara a todos la universidad pública, empecemos a ocuparnos del aprendizaje universitario y del egreso de los estudiantes, de esa manera estaremos contribuyendo a la movilidad y al progreso de la Nación.
Fuente: https://ddd.uab.cat/pub/estudis/2017/171528/Indicadores_del_sistema_universitario_argentino.pdf