Antes de comenzar a escribir, debo recordarles que esta es una opinión meramente personal y nadie está obligado a compartirla.
Con la discusión acerca de la ley de IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) que obtuvo media sanción en Diputados, se reflotaron dos proyectos de ley presentados por una diputada y un diputado, ambos radicales, hace algunos meses ya. La Diputada Carla Carrizo pretende que los representantes religiosos cobren lo mismo que un/a docente universitario/a titular con dedicación exclusiva, mientras que el proyecto de Alejandro Echegaray les pone fin a las remuneraciones percibidas.
Todo gira en torno a decretos firmados durante la última dictadura militar argentina, la más cruel, que dicen que los miembros de la iglesia van a percibir sueldos, dependiendo de su categoría, equivalentes a un porcentaje del sueldo de jueces y juezas nacionales, personal civil de la administración pública y jubilaciones y pensiones de trabajadores/as en relación de dependencia, según corresponda.
Mucho se dice acerca de que el Estado es laico, pero en la práctica no se observa eso. El presupuesto destinado a la Iglesia Católica es mayor a los 130 millones de pesos y el Estado ya le brinda ayuda a esta institución por medio de exenciones impositivas, subsidios a la educación y al patrimonio arquitectónico de muchos templos. Sumado a esto, la remuneración a un obispo supera los $40.000, mientras que un/a docente universitario/a definitivamente ni cerca está de ese monto.
Imágenes religiosas en universidades públicas, en juzgados federales y varias dependencias estatales más hacen darnos cuenta que el Estado no es laico o, al menos, nos hacen ver otra cosa. Ahí es donde empieza la pregunta: ¿Personas con otras creencias deben pagar para sostener una que no es la de ellos? La respuesta es clara: NO.
En declaraciones a un medio, Monseñor Aguer de La Plata dijo que “el subsidio está bien porque las limosnas son miserables”, pero el Obispo Buenaventura de San Francisco, Córdoba, mencionó que “el Estado hace un aporte, que es del seis y al siete por ciento del total de nuestro presupuesto”. Entonces: ¿en qué quedamos señores?
El/La argentino/a, de a poco, va abriendo los ojos y va entendiendo que se puede creer sin mezclar lo público y lo privado, lo personal y lo colectivo, puede no creer y el mundo no se acaba, puede no ir a la iglesia y ningún jinete del Apocalipsis lo va a venir a buscar.
En lo personal adhiero al proyecto de Echegaray, pero también entiendo que la construcción y la separación Estado-Iglesia puede tomar un tiempo, por ende, veo con muy buenos ojos al proyecto de la Diputada Carrizo que pretende que la curia, de recibir dinero de TODOS/AS NOSOTROS/AS, cobre lo mismo que alguien que si hace algo por su país, por los/as estudiantes y por nuestro futuro: un/a docente universitario/a.
Un Estado laico es más inclusivo, más justo, es donde todos son iguales y tienen los mismos derechos, y mientras la Iglesia Católica siga percibiendo tamaña cantidad de dinero, teniendo el poder de hablar, hacer y deshacer a gusto y entrometerse en temas que no le incumben, entonces nada será laico y todo quedará bajo la dependencia de un crucifijo y una sotana.