A 150 años de su nacimiento
Marcelo Torcuato de Alvear (1868/1942) ha sido injustamente olvidado por la historia. Vástago de una notable estirpe, su abuelo Carlos María fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, vencedor del imperio del Brasil en la batalla de Ituzaingó y representante diplomático argentino en Estados Unidos y, su padre Carlos fue el primer intendente de la ciudad de Buenos Aires, que la modernizó y proyectó como una ciudad moderna. Hasta los radicales han sido indolentes con él, aunque fue uno de los fundadores de la Unión Cívica de la Juventud, estuvo en la revolución del Parque en 1890 y fue radical de la primera hora junto a Alem y a Yrigoyen. También participó activamente en la revolución de 1893 en la provincia de Buenos Aires, que triunfó y llegó a constituir gobierno a cargo de Juan Carlos Belgrano (sobrino nieto del prócer) del que Alvear fue ministro. En 1912 al entrar el vigor la Ley Sáenz Peña de sufragio universal secreto y obligatorio, Alvear fue electo a la Cámara de Diputados y en 1916 al asumir la presidencia Yrigoyen le ofreció ser ministro de Guerra, aunque aquel prefirió ser embajador en Francia.
En 1922 con el franco y abierto apoyo de Yrigoyen fue elegido por amplia mayoría para la primera magistratura. Fue un gran presidente que condujo a la Argentina por la senda del progreso en los brillantes años de la década de los ‘20. En su obra de gobierno se destaca la ley que fija el pago de salarios en Pesos Moneda Nacional, lainauguración de la Fábrica Militar de Aviones en Córdoba, la Ley de derechos civiles a la mujer, las leyes jubilatorias para maestros primarios y empleados bancarios, la inauguración del Palacio de Correos y Telégrafos (Actual CCK), de los principales hospitales públicos de la Capital y de la Casa del Teatro, la creación de los cuerpos estables del Teatro Colón, del Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo” y de Radio Municipal, la instalación de la base de submarinos en Mar del Plata, la construcción de las destilerías de YPF en La Plata.
Además, fue un gran impulsor de nuestra cultura, y tuvo en ello enorme influencia su esposa Regina Paccini de Alvear, quien fue exitosa soprano lírica, aunque abandonó su carrera artística para acompañarlo en su causa militante.
En 1928 Alvear le transfirió nuevamente la banda presidencial a don Hipólito, elegido por abrumadora mayoría de votos y volvió a su amada París junto a su esposa. Pocos meses después del nefasto golpe militar de 1930 don Marcelo regresó al país para asumir la conducción de la UCR durante la llamada Década Infame, tiempos en los que puso nuevamente de relieve su carácter y su coraje, enfrentando el fraude patriótico y la violencia política. Fueron años de lucha y sinsabores que le depararon persecución, exilio e incluso la cárcel en la Isla Martín García. Para la campaña presidencial de 1937 en la que encabezó la fórmula radical acompañado por Enrique Mosca, propuso una plataforma programática de avanzada, de fuerte impronta socialdemocráta. Alvear fue el más importante dirigente político argentino en apoyar a la República Española en plena Guerra Civil y al estallar la 2° Guerra Mundial, fue un decidido enemigo de Hitler y Mussolini en defensa de los valores de libertad y democracia.
Como líder partidario su estrategia de unificación del radicalismo disperso y perseguido hubiera sido exitosa si el régimen conservador no hubiera recurrido sistemáticamente al fraude para sostenerse en el ejercicio del poder. El levantamiento de la abstención por parte de la UCR impulsado por Alvear fue un error táctico o de apreciación histórica, pero no fue una claudicación.
Para juzgar a Alvear con justicia y en adecuada perspectiva histórica, hay que entender que 1931 el país y la sociedad habían cambiado y mucho. Pudo haber negociado con Uriburu o Justo que probablemente le hubieran entregado la presidencia si resignaba la compañía de la “chusma” yrigoyenista, pero eligió quedarse con las bases populares y reconstruir la UCR con todos los radicales.
Los primeros en reconocer la sincera identidad radical de Marcelo fueron los conservadores que lo persiguieron y le falsearon los comicios que ganó legítimamente.
Dos veces el propio Hipólito Yrigoyen lo señaló como sucesor: en 1922 al prohijar su candidatura presidencial y en 1931 como jefe del radicalismo. ¿Se equivocó Yrigoyen? No, sin dudas. Los datos de la presidencia alvearista así lo demuestran con contundencia: los más altos índices de ocupación y de participación de los trabajadores en el ingreso nacional, la profundización de la reforma patrimonial con el fortalecimiento de YPF designando director a Enrique Mosconi, la ubicación de la Argentina entre los seis países más desarrollados del planeta con un PBI que era el doble del de todo el continente sudamericano. Es cierto que tuvieron diferencias, que en realidad fueron más ásperas entre yrigoyenistas y alvearistas que entre Yrigoyen y Alvear.
Alvear no estuvo de acuerdo con el neutralismo de Yrigoyen en la 1era Guerra Mundial, pero no fue una discordia insalvable, ya que poco después Yrigoyen se jugó decididamente por la candidatura de Marcelo relegando a otros importantes aspirantes que sentían tener más mérito que aquél para suceder al caudillo.
Y ya en los instantes finales, cuando la UCR fue desalojada del gobierno por la fuerza y el partido sufría la represión, en su inmensa sabiduría Yrigoyen lo eligió de nuevo: “Marcelo es radical… ¡Hay que rodear a Marcelo!”.